THE END
Soñé que se había arruinado.
El bebé más perfecto,
el policía del Belén.
Que recoge las maletas
del andén y sube.
Intentando una descompuesta
pirueta sobre el estribo.
Y el guardagujas contiene el aliento
por cortesía.
Que impropio como la irrupción
de un viejo amante,
es el momento de decir
una frase,
murmurar entre dientes
un gruñido de dolor,
trascendente.
Y di algo, se dice callando
en un tren en marcha,
di algo o ríe y de pronto
le apremia el aleteo
de un periódico
en la ventana.
Que aturdido ve marchar
las estaciones,
indefenso.
La nariz húmeda,
los ojos desquiciados.
Y en la vida todo desánimo es culpable
dice al fin,
y más inapelable que el destino
me espera el bar,
y un cóctel con demasiada
ginebra.
Que chasquea los nudillos
y se da por satisfecho,
y retira dos hebras de tabaco
egipcio de su corbata.
Que impecable el aspecto,
e imperceptible toda emoción,
anda escorado tropezando
con una horda de alpinistas,
y anarquistas y niñeras
paciendo su rebaño.
Que hasta aquí hemos llegado se dice
alcanzando un taburete,
y esperando una mano mejor
y tratando de recobrarse,
de su estricta avidez
su deseo despiadado
que huyendo intactos del
Gran Hotel Casino de ***
le han traído hasta aquí
en mi sueño,
donde firme el pulso
lanzó su vida como una moneda.
Que marcha usando la piel
de pagaré o salvoconducto.
Que en la piel desnuda y hostigada
la herida intacta intransigente,
y más y más abierta
de los años le alivia.
Porque esa herida es
la piel precisa que afirma.
Que en soledad la decepción
le aviva y traga
como un nudo en la garganta
el recuerdo
de una voz mezquina y altanera
“Gana la banca”
Y los jugadores, la ruleta,
las miradas de amor y compasión.
Que impávido en su asiento
contempla con desdén
las blancas manos
del croupier.
Que oculta su mirada
la máscara de su sonrisa
y el humo extravagante
del cigarro.
Soñé que torres altas,
espadañas azuladas,
acantilados oscuros,
cruzando el teatro
estroboscópico de la ventana,
saludan en la sacudida huida
a medianoche
al general de mazapán,
el más manso y suave corazón.
Pedro Alcarria Viera (Barcelona, 1975). Es escritor, traductor y guionista radiofónico; fotógrafo para publicaciones científicas en el campo de la historia del arte, colaborador en la Radio Pública Española y poeta con los siguientes títulos publicados: El dios de las cosas tal y como deberían ser (ArtGerust 2015) y Camada (Ediciones Vitruvio 2021) además de coautor de la plaquette Damnatio Memoriae.
También ha publicado sus poemas en revistas como tActe Barcelona, Almiar o Casapaís. Es creador del blog “Cocinando chacales”.