Compartimos cuatro poemas pertenecientes al libro Lumbre y ceniza, de Yolanda Izard, Premio Miguel Hernández-Comunidad Valenciana, ed. Devenir, 2019; gracias a la curaduría de Stefania Di Leo para nuestra Hiedra.

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LA ÚLTIMA VISITA

He subido a lo alto de la colina
para ver a mi padre.
Allí estaba, sentado sobre una piedra
tal y como lo recordaba,
elegante y poderoso
pero como nunca sosegado.
-Vienes de la oscuridad, me dijo.

Nunca entendí su fascinante complejidad.
Su ojo derecho mirándome con protectora ternura,
el izquierdo alojando tempestades.
-He venido, padre mío, para verte.
-De la oscuridad, repitió.

Yo quería que me estrechara en sus brazos.
El viento ondeaba sus cabellos grises,
el viento ondeaba mis grises cabellos.
Pero allí todo era simple: el planear de un milano,
las diminutas margaritas blancas
con su ombligo amarillo,
el hilo de agua que descendía
salmodiando notas azules.
Puso su mano sobre mi hombro.
Abajo, más allá de la nieve,
sombras inquietantes envolvían mi casa,
pero alrededor de mi padre
solo había destellos
del color del ámbar silencioso.


NO TE QUEDES ASÍ

No te quedes así, como una estatua,
quietecita bajo la cama deshecha
con su bordado añil,
en medio de la blanca nada.

Se han llevado los muebles,
han roto las lunas de los armarios empotrados.

Baja una desolación por el pasillo.

Si germinan las quemaduras de lo que está dentro
-el corazón arañado, un hombrecillo gris que de puntillas
palpita en tu sangre-,
¿qué será del recodo donde aguarda la luna,
quién pintará las naranjas de azul
cobalto?

Te quedarás a solas en la casa en ruinas
viendo cómo las culebras se deslizan
por las dunas de tus ojos, por el ramaje
de tu cerebro en flor.

Te volverás cobriza como la tierra agostada
y es posible que un cuclillo se acurruque
en la selva vencida de tus hombros,

hasta que vuelvas a ser parte de todo
lo que deslumbra.


DE LA OSCURIDAD VENGO

De la oscuridad vengo yo, una mujer.
Del delirio de trenzas cortadas
y de los pechos que amamantan para el olvido.
De los duelos y de los cortocircuitos,
de las factorías de podredumbres,
de la extrañeza de un día de marzo en que todo sonríe,
de los economatos vacíos,
de las guerras no declaradas,
de un día de lluvia oyendo el llanto de los álamos,
de la respiración del viento que se cruza en tu camino.

De la oscuridad vengo yo, una mujer.
De la sutura permanente.
Del hijo que no deslumbra sino escuece,
del trabajo y la rabia y del impacto del miedo.
De la impavidez de los dioses. De su concierto con la tristeza.
De la depresión de cuerpo y alma.
De la incertidumbre y de la ofensa. De la risa y del lustre perdidos.
De la rendición y la desdicha y el desconcierto.
De la luminotecnia que ignora la desazón.

De la oscuridad vengo yo, una mujer.
Una mujer lúcida y pequeña.
Una mujer  sostenida por octógonos tiznados de alquitrán.
Una mujer oscura y luminosa que siente la respiración del viento
y oye el llanto de los álamos.
Una mujer desguazada tras distintos siniestros que no dejan nunca de pasar.
Una mujer que escruta el horizonte como si en él se hallaran
la luz o la esperanza.
Que busca en los pozos su sombra.
Que trabaja de sol a sol su identidad magullada.
Que perece y resucita y perece.
De la oscuridad vengo yo, una mujer oscura y luminosa
que siente la respiración del viento
y oye el llanto de los álamos.


HAY HOGARES LIMPIOS

Hay hogares limpios,
sin maltrato,
donde no se escucha
la desesperación.

Tienden la ropa blanca al alba
para que brille más el verano diligente.
Huelen a jabón Magno.
Los visillos se agitan
con tenaz delicadeza.
La tiranía habita en un rincón
oscuro, nunca usado.
Su caligrafía es azul, como el vuelo
de las palabras hermosas
con su rubor ultramar.

En ese hogar yo he vivido, casi estoy segura,
pero me he levantado hoy con el peso
de una sombra alucinada
y he pisado
sus cascotes, sus herrumbres,
con la certeza
de la fragilidad de los sueños.


YOLANDA IZARD ANAYA

Nació en Béjar (Salamanca) y vive en Valladolid (España). Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca donde también cursó estudios de Bellas Artes, y ha cursado un posgrado en ELE.

Ha publicado, entre otros libros, las novelas La hora del sosiego (Renacimiento, 2021), Paisajes para evitar la noche (XXVIII Premio Cáceres de Novela Corta, 2003), La mirada atenta (VII Premio de Novela Carolina Coronado, 2003), los libros de poemas Lumbre y ceniza (Premio Miguel Hernández – Comunidad valenciana, 2019), Defunciones interiores  (2003), El durmiente y la novia (1997) y Reliquias del duende (1983), el libro de relatos Solo triste de oboe (Castilla, 2022) y el libro de microrrelatos Zambullidas (ed. Renacimiento, 2017).

Ha colaborado en numerosos libros colectivos, en algunos con ilustraciones propias.

En 2013 recibió el Premio Andrés Quintanilla de Poesía y en 2014 fue finalista del Premio Herralde de novela. Es crítica literaria y escribe reseñas en el suplemento cultural de El Norte de Castilla, La sombra del ciprés, y  en Revista de Letras, entre otras revistas literarias, y ha colaborado en revistas culturales como Quimera. Ha ejercido la docencia en la Universidad Europea Miguel de Cervantes, en Valladolid, es correctora de estilo y dirige e imparte distintos talleres de Escritura Creativa de creación propia.


 Lumbre y ceniza (Fundación Devenir, 2019)

Tras un largo poema prólogo en el que Yolanda Izard establece sus prioridades estéticas y delimita su concepto de la poesía como algo que puede surgir en cualquier lugar, algo que puede proceder de un sentimiento intenso o de uno que puede pasar casi desapercibido. Aun así, la poesía logra indagar en lo cotidiano o internarse en el ámbito misterioso de las sombras, aunque para llevarlo a cabo debe ser libre y huir de servidumbres ideológicas que levanten cortapisas y delimiten su radio de acción, porque la poesía se debe solamente a sí misma. «No promete nada, pero lo da todo, la poesía. / No articula en vano, y en vano es el solaz de las serpientes». Yolanda Izard acaba definiendo al poeta como un ser que vive en la extrañeza, lo que no resulta óbice para, una vez señaladas estas premisas, se centra en el asunto troncal del libro, su padre.


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