El poeta costarricense Luis Rodríguez Romero en nuestra Hiedra.


CANTO DE CURACIÓN


Dos aves cruzan el cielo
y dibujan espirales plateadas
en un lienzo manchado de sal
que es su campo de batalla.

Somos notas inconclusas
en la canción al trueno
y a la montaña que lleva tu nombre,
cada gota de sudor discurre por la roca viva
hasta el mar.

Hacia ti dirijo
la música de mis ríos,
pero me pregunto si al beberla
se agotará su armonía
en una quemada deglución.
En el torrente,
la piedra se toma el agua
el aire, el manglar y los peces,
luego los deja pasar
con un poco de sí misma
como regalo para el viaje
          que no termina.


LA VOZ DE LA PIEDRA


La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios.
El despertar
ALEJANDRA PIZARNIK




Mi sia’ está partida, mi sia’ más querida,
el guijarro nacido de la corriente
en su lejano vientre de arena y algas,
un pececillo curioso
que acudió a mi
el día que aprendí los cantos sagrados,
como lo hizo mi maestro
y el suyo antes que él,
de los propios labios morenos de Sibú;
nunca falté al agasajo
ni los mandatos de Dios,
pero aun así se ha quebrado.

Ahora escribe mi epitafio sobre el suelo
con los dedos empapados
en su sangre de piedra;
es pacífica amenaza, fría también,
una voz que recuerda al barro seco
en los pies de los niños
después de jugar en la laguna.
Tarde, muy tarde,
estiré las ramas de mi mente
hasta abrir los cielos,
viejo, muy viejo,
la sia’ habló a mi oído
la sia’ habló en el sueño,
del día que predijo Sibú,
muerte y sal, habló,
sikuas con piel sin miedo a la lanza,
vienen de atrás del sol
con sus barbas de fuego,
tarde, muy tarde,
han despertado mis vidas
desde el amanecer hasta la noche.

¡Ay! Sabedlo, es tarde,
la vida se eleva,
será zopilote que vuela a Sulá,
el saber llega cuando el cuerpo desiste
y la Palabra calla la respuesta.


JAGUAR QUE SUEÑA CON LA POESÍA


En mi cabeza tuve pájaros,
sobre mis piernas un jaguar.
El canto del Usumacinta
– CARLOS PELLICER




I

En un rincón del bosque tropical,
oculto entre el alto dosel,
debe estar durmiendo un gran jaguar.
Lo arrulla el gorgoteo de la lluvia mañanera
y un coro de croares en éxtasis.

Sobre las ramas,
danzan los esqueletos de quienes fueron sus presas
rindiendo tributo al Señor de las Sombras,
última cosa que vieron en vida.
Hacen ronda en torno a su cama de hojas
dejando escapar un tintineo de huesos que chocan,
desnudados ya de carne por las hormigas y los escarabajos
volverán a su tumba vegetal
cuando la penumbra regrese y el cazador despierte.

El jaguar es un fantasma entre los bejucos,
un relámpago de tiniebla,
sin ruido ni huellas
solo una promesa de muerte que avanza y acecha.


II

Dicen que cuando el jaguar duerme
sueña con un poeta que corre por la selva
con la misma gracia que él lo haría.
El poeta lleva en su pelo
parvadas de pájaros que echan a volar
cuando abre la boca y lanza
estrellas nacidas de su palabra,
que crea y llena de espesura al sotobosque
y de hojas húmedas al suelo,
donde rondan las culebras y crecen los hongos;
palabras que oxigenan las aguas del río esmeralda
en el cual se alimentan los peces
del liquen que crece en las piedras ahogadas.
Un día conocerán la barriga del jaguar
para unirse a su compañía de esqueletos.


III

Y yo te veo a ti Creadora,
con tu cabellera llena de pirangas
mientras que al hacer palabra
destruyes y renuevas el tiempo,
derribas la montaña para alzarla más alta,
y no caminas, sino que vuelas sin poner tus pies en el fango
ni tropezar con la tarántula o quebrar el balance,
traes la tormenta que rejuvenece las raíces
enterradas muy profundo en la tierra
y las inútiles cuentas que hacen los siglos.

Y si así te sueño, Creadora,
debe ser, por tanto,
que yo he de ser ese jaguar
que quizás duerme
llenando sus manchas de madrugada.


LA ERA DE LAS ESTRELLAS

En el caldo del vacío
el sonido nos puso en movimiento.
Allí estábamos en nuestra totalidad:
los de hoy, aquellos que esperan y los que ya no,
una mezcla incomprensible donde
no faltaba nadie, ni nada.

En comunión creamos la luz,
así, se hizo necesaria una justa
división del título de Dios.
Como cada divisa valía tan poco,
            fue de acuerdo común
crear un ahorro compartido de autoridad
                 al cual nombramos Helios.
Con él, vino la peste
                                    y le pusimos muchos rostros a la soledad.


EL REY

En su palacio de azufre
el Rey dirige el baile.

Los invitados
toman su turno,
despegan del vientre de nuestra perdición,
            hacen su alegato y desaparecen entre la oscuridad.
El Rey gobierna sin palabras,
una lenta fila de sonrientes suicidas.


TERMONUCLEAR

¡Yo no tengo nada que ver con una bomba!
LISE MEITNER



I

Somos hijos de la gravedad,
y del corazón
            nos hala una mano
hacia una prisión que nos resulta familiar.
Nos amontonamos con los ojos cerrados
mientras un veneno baja desde el sol.
Al final seremos motas inestables.

II

Una gota cae sobre mi pupila
que a la escala correcta es un océano
desbordado en relámpagos de agua.
Entonces corremos en direcciones desordenadas
dejando cuajos de humanidad tirados en las calles;
crecen formando copias huérfanas
            de nuestro antiguo yo,
y se postran temerosos en galerones de egoísmo.
Bajo este nuevo orden teórico, echan a andar otra vez
chocando entre todos
            y se repite el sin sentido.


UNA BROMA DE LARGA FABRICACIÓN    

A una distancia segura
el sol es una caricia tenue.
Es también una semilla, día a día
            una mala broma sembrada en la piel,
que toma toda una vida en reírse.


GATOS BAJO LA NOCHE DEL SOL

Desde las alturas
            Helios gobierna
los escombros del reino humano.
Bajo la noche del sol
            solo una gata y sus cachorros
retan al silencio.


TAPAR HOYOS

Si en tu tránsito por el desierto
            bajo el aplastante abrazo del sol,
no martillaste tu corazón
y le cubriste de vidrio en las arenas,
has desperdiciado el infeccioso entusiasmo
            de nuestro nuevo dios fiduciario.
Yo por ejemplo, como muchos,
            me convertí en un experto
en el arte de tapar los hoyos
            donde sepulté a mis muertos
            y, los intereses de mis desatenciones.


DEVORADOR

Como tributo a la soledad,
un día Helios
se comerá a la poesía.
Y tras este acto de voracidad
se convertirá
                     en el dios del silencio.


LUIS RODRÍGUEZ ROMERO

Nació en Costa Rica en el año 1979. Forma parte del equipo de gestión cultural de Turrialba Literaria y del Festival Presagio de Fuego en honor al natalicio del poeta Jorge Debravo.
Poemas de su autoría aparecen en las antologías: Voces del viento (Proyecto Palitachi, Nueva York Poetry Press, 2018); Le Parole Grondanti: Antologia Della Nuova Poesia Centroamericana (Fermenti, 2021) curada por Emilio Coco.

Ha publicado los siguientes poemarios:
La voz que duerme entre las piedras (Nueva York Poetry Press, 2018, USA).
Breve historia del sol (Santa Rabia Poetry, 2022, Perú).


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